Congelar a muy bajas temperaturas semillas, yemas o tejidos de plantas para preservar su vida indefinidamente, asegurando la supervivencia de su especie. Esa es la técnica sobre la que está investigando la Universidad de Alicante como herramienta de conservación de la biodiversidad vegetal. La vida de sus células queda suspendida, pero las reacciones bioquímicas que las llevarían a la muerte también se detienen. Esas muestras pueden mantenerse en una especie de limbo que no es ni vida animada ni muerte hasta que, tras a un plazo teóricamente ilimitado, una técnica inversa les devuelva la actividad biológica.
Este proceso se denomina criopreservación. Lo lleva a cabo José Luis Casas, profesor de Fisiología Vegetal e investigador del Instituto de Biodiversidad de la UA, CIBIO. «En realidad lo que hacemos es someter a las células o los tejidos a una vitrificación. Sus funciones vitales quedan suspendidas sin envejecer o germinar hasta que se realice el mismo proceso en sentido inverso para que recobren su capacidad de crecimiento», explica.
El procedimiento es semejante al que se emplea con las células reproductivas humanas, sólo que en este caso ha de adaptarse a las particularidades de cada una de las innumerables especies de plantas existentes.
La experiencia acumulada pone ya a la UA en condiciones de diseñar y aplicar técnicas de criopreservación a la medida para especies vegetales determinadas, amenazadas de extinción o con alto valor ecológico. Uno de los objetivos que se está estudiando es crear en Torretes-Font Roja, la estación biológica de la UA en Ibi, un banco de especies autóctonas propias de aquella zona.
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